La Metamorfosis
puede ser una de las obras más posiblemente representativas y comentadas de todo el siglo XX. No
solo por la relevancia y el impacto que ha causado en la sociedad y en toda la
literatura posterior, sino también por aquellos temas que trata que contribuyen, de una manera o de otra, a dar la oportunidad de extraer una enseñanza de la
obra e, incluso, aprender acerca de la cultura checa o europea de la época, tal
como su pensamiento, costumbres… o la vida personal del autor.
Podemos apreciar un
total de cuatro temas, que abarcan tanto una profunda crítica a la sociedad
industrializada del momento hasta las más estrechas relaciones familiares,
pasando por un profundo análisis de lo que es la vida y cuál es su sentido.
Por un lado,
encontramos una crítica a la sociedad del siglo, que podemos definir basándonos
en lo que el autor nos refleja como pragmática; pero no en el sentido
propiamente filosófico de la palabra, sino de un modo más de andar por casa:
una sociedad que basa su vida en la búsqueda de la utilidad a través de o bien
el dinero o bien las influencias sociales. Kafka la critica a través de la
experiencia personal del protagonista, Gregorio Samsa. Este, víctima de su
empresa comerciante, está obligado a hacer largos viajes para cerrar tratos o
negocios, con el único objetivo de poder traer dinero a casa con el que poder
mantenerse, sin ser esta una actividad precisamente de su agrado, y es que podemos
apreciar desde la primera página su desgana hacia el hecho de tener que
trabajar: <<¡Qué cansada es la profesión que he elegido! Siempre de
viaje>>. Esta vida carente de sentido empeora todavía más en su
situación familiar, que reflejando a los padres (e incluso a la hermana) como los
antagonistas escondidos de toda la historia, buscan ocultamente el flujo de
dinero en la cuenta corriente para poder afrontar los pagos de la casa
olvidándose de su hijo. No somos más que parte de un gran engranaje.
Nos encontramos
ante un trabajo horrible y una situación familiar todavía peor. Sin embargo,
Gregorio decide mentirse a sí mismo e ignorar las circunstancias que rodean el
ambiente en casa, de modo que aquí se plantea una cuestión: ¿en qué medida debemos
anteponer nuestros deseos o apetencias a nuestros parientes? ¿Es que debemos
confiar en nuestros padres sin importar lo demás? Aunque parezcan respuestas
relativamente fáciles, en esta obra se nos presenta una situación en este
sentido adversa, nos encontramos ante unos padres interesados, que no paran de
mostrar una recurrente hipocresía hacia su hijo o el resto de la familia. Esto
se puede apreciar fácilmente en el pasaje en el que se nos cuenta cómo la madre
se negaba a pasar página por el simple hecho de no tener que aceptar un
problema de estas características (tales como tener a tu hijo convertido en una
cucaracha) únicamente por no verse obligada a reconocerlo delante de su
familia. ¿Son las relaciones familiares vacías? Se pregunta el autor.
Por otro lado, al
ser el existencialismo la corriente filosófica más extendida en la Europa del
siglo XX en la que es escrita la obra, lo más seguro es que nos encontremos
características propias de esta, y es que parece que, al ser todo tan insulso y
sinsentido –la sociedad, las relaciones familiares…- aparece constantemente un
“vacío existencial” que, paradójicamente, lo inunda todo. ¿Es que hay algún
sentido en simplemente “vivir”? Si este vacío realmente se da, ¿es la felicidad
una pretensión inalcanzable? Si somos solo marionetas, ¿dónde quedan nuestros
deseos y más profundos anhelos? Kafka nos plantea la posibilidad de que, ese
vacío tan existencialista sea difícil, si no imposible, de rellenar.
Por ello, podemos
decir que todas las relaciones sociales se caracterizan por el absurdo, resultado de un mundo y una vida que, forzada por la sociedad a carecer
de sentido, se dirige a ninguna parte, de modo que nada es verdad y nada es
mentira. De este modo, el autor no puede evitar reflejar todo esto en ello, al ver la sociedad como algo igualmente irreal, un gran y
asqueroso absurdo.
Bosco García
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